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lunes, 1 de febrero de 2010

Yo vi cómo Unión se evaporaba


–Adelante, señor– le dijo el control de la entrada principal de Santa Laura y él se sintió como el hincha hispano más importante de la tarde o quizás del planeta.
Ayer mi hijo Ignacio (6 años y medio) ingresó por primera vez a nuestro estadio con su carné de socio de Unión Española y estoy seguro de que sintió un orgullo y una emoción que le inundaron el cuerpo. Lo sé, porque yo sentí lo mismo, aunque, es obvio, su mirada de niño debe haber mezclado sensaciones que uno apenas puede intuir: debe haberse sentido un hombre grande, debe haber sentido que entraba en un mundo al cual hasta ahora sólo ingresaba su papá, debe haberlo tomado como un juego, no sé… tantas cosas que la imaginación infantil es capaz de concebir.
Así partió la tarde calurosa en Santa Laura. Y luego vinieron los goles de Cordero y los abrazos y la alegría con Ignacio. Era una tarde perfecta, con mechada y todo, con un estadio cada vez más lindo, pero con los mismos de siempre en las tribunas.
El primer tiempo transcurrió como uno ya espera que transcurran los partidos de Unión este año: con un equipo hispano bien parado atrás, luego de haber clavado dos goles en la portería rival, y con un Audax que, luego de los tantos en contra y de chocar y chocar contra el murallón rojo, pareció estar aturdido, sin ideas.
¿Daba para cuentas alegres al final de los primeros 45 minutos? Yo diría que sí, que la mayoría de la hinchada quedaba tranquila con la faena del equipo hasta ese momento, aunque Audax había logrado quebrar la defensa en un par de ocasiones y llegar hasta las barbas mismas de Marín con enorme peligro. Así y todo, parecía que Unión lo tenía controlado, parecía que el mediocampo rojo mordía, rompía, quitaba y generaba fútbol como para seguir ampliando la ventaja (sin prisa, pero sin pausa, al ritmo de 32 grados inclementes), parecía… pero en el segundo tiempo fue otra cosa.
En el segundo lapso Audax salió a jugársela y Unión pareció tomar palco para ver cómo los itálicos las emprendían contra el arco de Marín. En el segundo tiempo el mediocampo rojo que mordía, rompía, quitaba y generaba fútbol se desvaneció (quizás se derritió por el calor) y como consecuencia lógica la pelota, el terreno de juego, el fútbol, el peligro y los goles corrieron todos por cuenta de los visitantes. Tanto, que alcanzaron el empate y pudieron llevarse todo el botín, lo que por suerte no ocurrió.
Así pasamos de las cuentas alegres del primer tiempo a la sensación de que la sacamos barata al final del partido, al sinsabor de haber ido decayendo en el juego hasta casi la desaparición total de la cancha. Aravena, evaporado (casi todo el encuentro). Estévez, desvanecido. Villagra y Delgado, abducidos. Ligüera, esfumado. Cordero y Madrid, perdidos…

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Escuché cuando salía del estadio –con Ignacio, que aguantó los 90 minutos, de la mano– que algunos hinchas ya le habían dedicado algunos mensajes “cariñosos” al técnico al término del partido. No sé si da para tanto. La verdad, no creo que dé para tanto, pero no puede dejar de inquietar a todos (supongo que al primero es al técnico) que Unión haya desaparecido del campo en el segundo tiempo.
Uno podrá estar o no de acuerdo con el planteamiento táctico, pero si un equipo se juega a estar bien parado atrás, a esperar en su campo, a romper el juego rival y a matar de contragolpe, lo menos que se espera es que la marca sea de verdad dura, asfixiante, demoledora. Y nada de eso se vio ayer en Santa Laura en el segundo tiempo.
Entonces, y a fin de cuentas…
¿Da para dramas? Creo que no. Pero da para preocuparse y ocuparse rápido.
¿Cuánto podrá cambiar Unión con el “Cacique” Medina en ataque? Creo que bastante, a la luz de los videos que alcancé a ver el fin de semana. Y si Espinoza se suma pronto, mejor aun.
¿Falta mucho para ver a la verdadera Unión  2010? No sé si mucho, pero falta. Y yo estoy dispuesto a esperar.

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