Qué vergüenza, muchachos

Puede que me esté poniendo viejo, muchachos, pero ¿saben qué? ¿quieren que les diga una cosa? Me dio vergüenza lo que hicieron el domingo con Johnny Herrera. Así no más, vergüenza. Y la verdad, también pena, porque nunca esperé algo así de la hinchada de Unión Española. Si fuera otra, quizás sentiría rabia, desprecio; pero es la hinchada de Unión y me duele.
No quiero disparar al bulto, así que no voy a decir que fue la Furia Roja, porque no fue así. Pero hay que reconocer que fueron fanáticos hispanos del lado sur los que se despacharon esos gritos tan crueles en contra del portero de Audax. No hay excusas, no fueron "infiltrados", como suelen decir los que defienden a otras hinchadas. Fue gente de Unión y me parte el alma.
Yo no sé cuántos errores habrán cometido ustedes (los que gritaron) en la vida, pero les aseguro, muchachos, que para nadie debe ser fácil cargar con uno como el que hoy lleva Herrera en la conciencia, en el corazón. Y puedo asegurarles también que vuestros gritos fueron, por lo mismo, un golpe bajo, de esos que el fair play no tolera, porque agreden lo más íntimo, porque van ya no contra el adversario, sino contra el ser humano que tenemos al frente, porque transgreden la línea entre la sorna y la saña, porque nos convierten en aquello de lo que hemos venido huyendo desde el principio de los tiempos.
Seguramente hay muchos arrepentidos. Quizás hay muchos que se miraron al espejo o vieron la realidad a su alrededor y sintieron vergüenza, como yo, por lo que hicieron. Quizás porque nadie está libre de equivocarse, quizás porque todos cargamos alguna culpa, grande o pequeña, que nos estruja las tripas de vez en cuando. O quizás, simplemente, porque sintieron desde el fondo de su ser que "eso no se hace".
Es increíble cómo a veces no se requieren más explicaciones. Hay cosas que "no se hacen" y punto. Y gritarle ¡asesino! a un tipo que protagonizó un accidente que acabó con la vida de otra persona es una de esas cosas.
Les confieso que me estoy poniendo viejo y añado, muchachos, que no quiero pontificar ni juzgarlos. Por eso les digo que me dio vergüenza, por eso les comento lo que sentí. No los califico, no los acuso, no los condeno. Sólo les cuento que me dio vergüenza, que me dolió.
Mi hijo pequeño no entendía por qué le gritaban 'asesino' a un jugador y no sé si mi explicación lo tranquilizó completamente. A mí, en todo caso, el asunto no me deja de dar vueltas en la cabeza. Me inquieta pensar que es posible que en Santa Laura ya tampoco haya límites. Me tortura pensar que en las gradas del viejo fortín se pudiera incubar aquello que por tantos años hemos criticado en otros.
Les suplico que me perdonen, porque me estoy poniendo viejo y con los años uno se empieza a obsesionar con las peleas que cree que valen la pena. Creo que ésta es una de ellas, porque nos obliga a definirnos, ya no por un candidato, ya no por un color, ya no por una bandera o por una idea, sino por la, quizás ilusa, creencia de que la humanidad vale la pena.

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PD. De todo corazón, un abrazo, Johnny Herrera.