¿Salvemos Santa Laura?

A propósito de un mensaje de mi amigo La Web (el webmaster de www.furiaroja.cl) creo que es bueno que le demos una vuelta a esa frase que vengo leyendo desde hace rato en varios sitios web o esuchando en cánticos en el estadio.
Primero, quiero decir, para que nadie se asuste, que estoy completamente de acuerdo con el fondo de lo que "salvemos Santa Laura" pretende comunicar, pero quiero proponer que cambiemos el eslogan por "hagamos renacer Santa Laura". Simplemente "salvar" Santa Laura no basta. Está en estado de coma hace ya bastante rato y mantenerlo conectado al respirador mecánico puede ser médicamente posible pero muchos coincidirán conmigo en que es, digamos, inhumano (para cerrar como corresponde la metáfora).
Creo que lo primero es definir un proceso transparente para determinar el futuro de Santa Laura. Hace rato que escucho a Alfonso Lobato anunciar que están conversando con mucha gente para ver los caminos posibles. Yo, en cambio, antes de conversar con quién sabe quién, citaría a una asamblea en la que se pongan todas las cartas sobre la mesa, en la que se sinceren (pero en serio) las platas y las deudas que en definitiva son las que tienen a Santa Laura al borde de la enajenacíón. Hay que tener claras las condiciones de la operación realizada con el Santander que dejó a Santa Laura en garantía. Hay que saber cuáles son los tiempos con los que contamos y no llegar con una propuesta de sí o no a una asamblea cuando ya no haya tiempo para pensar nada más. Insisto. ¡Asamblea urgente!
Pero con ese panorama en la mesa hay que ponerle buenas ideas al futuro de Unión y de su estadio. Acepto la fórmula de "salvar Santa Laura" en cuanto ello signifique no perder esos terrenos, no perder ese espacio que tanto le ha dado al fútbol chileno. Pero no podemos pretender seguir eternamente en esa calamidad de estadio, aunque amemos sus tablones tanto como a la camiseta. Por eso digo que hay que hacer "renacer a Santa Laura", como ocurre con los estadios más gloriosos del mundo, sin que nadie acuse que las retroexcavadoras están arrasando con la historia.
¿Alguien habló ya con Jaime Pizarro para ver cómo podría Santa Laura ser el cimiento de uno de los coliseos deportivos que el gobierno ha prometido construir en los próximos años en Santiago? ¿Si no se puede hacer un mall por equis razones, no es posible asociarse con alguna empresa inmobiliaria para construir un gran centro deportivo y recreativo que, junto con la posibilidad de realizar espectáculos de todo tipo, diera viabilidad económica a un estadio para 15 mil personas nuevo y a la altura del siglo 21? ¿Cuánto se podría recaudar por la sola operación de estacionamientos subterráneos seguros para quienes asistan a cualquiera de los espectáculos que se organicen en Santa Laura? ¿No estaría dispuesta alguna empresa de origen español a asociarse con Unión en un proyecto con el compromiso de que Santa Laura tenga su marca como apellido? ¿No podría ser el mismo Banco Santander ese socio como parte de sus políticas de Responsabilidad Social Empresarial? ¿No existe ningún empresario de la colonia que tenga la capacidad de convocar voluntades en un proyecto de futuro para el estadio de fútbol con más historia de América?
¿Dónde están esos emprendedores que cruzaron el Atlántico y ayudaron a construir un nuevo país en este lugar del mundo? ¿Dónde están esos sonañores que llegaron en el Winnipeg y que encontraron en Chile una nueva patria para sus anhelos? ¿Dónde están aquellos que llegan hoy hasta esta esquina del mundo y se encuentran con un equipo que juega con los colores de su selección y que lleva el nombre del terruño? ¿Dónde están los que habiendo nacido acá y muchas veces sin tener ninguna raíz hispana llevan pegada a la piel la divisa roja de los hijos de Santa Laura?
Convoquemos a una sesión de brain storming en el Estadio Español o donde sea y veamos cuántas ideas más saltan a la mesa. Les apuesto que salimos con algo muy prometedor bajo el brazo, porque estoy seguro que capacidades no nos faltan.
Insisto, sumemos voluntades y fuerzas, pongamos lo mejor de lo nuestro al servicio de Unión Española. A mí, por lo menos, todavía no me llama Lobato pero todos saben quién soy y dónde encontrarme.