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domingo, 2 de septiembre de 2007

Por fin volvieron las sonrisas a Santa Laura

Por suerte para todos, este sábado volvieron las sonrisas a Unión Española. Volvieron con goles.
Pero ojo. No es para volverse locos. Nos falta mucho. El 4 a 1 contra Puerto Montt puede ser mentiroso respecto del real nivel hispano, pero es de toda justicia en relación con lo que mostraron los equipos que estaban en la cancha. Y es lo que uno -al menos yo- le pide al equipo: que superemos a los evidentemente malos del torneo y nos hagamos fuertes para pelearle con fútbol a los que por nombres o recursos parecen superiores.
¿Cómo puede cambiar tanto un equipo entre un tiempo y otro? ¿Cómo puede un entrenador equivocarse tanto que tenga que hacer dos cambios antes de que acabe la primera fracción? ¿Cómo puede Unión salir a la cancha con tipos que se tropiezan con la pelota mientras en la banca hay valores jóvenes que tienen talento de sobra como para ganarse un puesto? Lo que era realmente incomprensible el sábado era el nivel de Unión en el primer tiempo. Lo que no se entiende es que el técnico tenga que estar con el cuello en la guillotina para que ponga a los "buenos pa´la pelota".
Con todo, y hay que decirlo también: ¡puta que da gusto ganar un partido por goleada! Y por eso, por lo del sábado, vayan mis aplausos para quienes dejaron el alma en la cancha:
1. Limenza, que vive al borde del peligro porque la línea que debiera protegerlo es un pálido remedo de una defensa de equipo profesional.
2. Villagra, que corre, mete, juega y se echa todas las chambonadas del resto del equipo al hombro.
3. Fuentes, que pone la velocidad y la verticalidad que tantas veces le falta al mediocampo rojo.
4. Peralta, que puso el talento que tanto echamos de menos cuando no está el Coto.
5. Y Manolito, cómo no. Por Dios que ha tenido paciencia y huevos para esperar el milagro de un pase gol de quienes sólo saben enviarle ladrillos o bien para bajar en busca de la pelota para inventar él mismo una jugada que termine en abrazos.

Salve, muchachos. Espina les debe una muy grande. Pero, por sobre todo, los incondicionales de Unión les debemos esas sonrisas que volvieron a asomarse por un cada vez más triste Santa Laura.

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