Unión Española perdió el título el domingo ante Huachipato.
Es un hecho. Y perdió mostrando una de sus peores caras. Esto también es
innegable. Por mucho que el periodismo y los hinchas habían entibiado ilusiones
encontrando similitudes con la campaña que llevó al equipo a alcanzar el título
en el Apertura de 2005, la historia que terminó escribiéndose fue más parecida
a la del Apertura de este mismo año: el equipo que se estaba probando la corona
recibió un gol en el último minuto, debió resignarse a definir en los penales y
perdió lastimosamente porque no fue capaz de encajar más goles que el rival
desde los 12 pasos.
Dicho así, pareciera que la Unión lo perdió todo en una
tarde. Y súmese a ello lo que suele suceder a los equipos más modestos tras una
buena campaña: la sangría de figuras que son tentadas desde otros equipos
locales o desde el exterior… Pero el fútbol, como la vida, merece una mirada de
más largo plazo a la hora de los balances. Requiere hacerse cargo de la
historia e incluso del futuro. Visto así, lo sucedido el domingo tiende a matizarse.
Si se piensa que hace apenas cuatro años Unión Española estuvo a punto del descenso, si se recuerda que era una institución casi quebrada, si se compara lo exhibido por el equipo en las últimas temporadas con lo alcanzado en la era de Rubén Israel, si se recuerda que en los últimos cuatro años los rojos han disputado dos finales y han participado en cada temporada al menos en una copa internacional, si se recuerda un estadio lleno de furiosos hispanos para el primer partido con Huachipato (algo que no se veía hace muchos años), no cabe más que reconocer que los de Santa Laura están en otro peldaño en el fútbol chileno, renovando en alguna medida viejas glorias y juntando merecimientos para aspirar a más.
Si se piensa que hace apenas cuatro años Unión Española estuvo a punto del descenso, si se recuerda que era una institución casi quebrada, si se compara lo exhibido por el equipo en las últimas temporadas con lo alcanzado en la era de Rubén Israel, si se recuerda que en los últimos cuatro años los rojos han disputado dos finales y han participado en cada temporada al menos en una copa internacional, si se recuerda un estadio lleno de furiosos hispanos para el primer partido con Huachipato (algo que no se veía hace muchos años), no cabe más que reconocer que los de Santa Laura están en otro peldaño en el fútbol chileno, renovando en alguna medida viejas glorias y juntando merecimientos para aspirar a más.
Pero todo eso se lo puede decir un estadístico o cualquier columnista
deportivo. Lo que quiero agregar como hincha hispano es que Unión Española, en
2012, ha terminado por ganar algo mucho más valioso: ha ganado un estilo, una
forma de entender el fútbol, una convicción respecto de cómo quiere que lo vean
sus hinchas y sus adversarios. Y todo eso tiene un rostro y un nombre: José
Luis Sierra.
Cuando el “Coto” se retiró del fútbol activo comenzó como
director técnico de las divisiones menores hispanas, pero rápidamente las
circunstancias lo llevaron a hacerse cargo del primer equipo, tras el mal trago
de la era Israel. Y en sólo dos años ha conseguido marcar una impronta en el
club. Con altibajos, con aciertos y errores, con críticas y aplausos, el “Coto”
ha ido creciendo y haciendo crecer al equipo hasta llevarlo a la disputa del
título el pasado domingo, hasta hacerlo jugar como a él le gustaba jugar. Así,
se plantó frente al vértigo y la verticalidad que marcan pauta hoy en Chile con
la idea del buen trato al balón y el tejido de un fútbol quizás menos
electrizante, pero la mayoría de las veces más vistoso y deslumbrante.
Perdón, dije que iba a aportar algo como hincha y nuevamente
he dicho cosas que cualquier periodista deportivo o columnista podría decir en
cualquier medio. Lo que voy a agregar como hincha es que el “Coto” nos ha dado
a todos una lección de compromiso y de amor que cuesta encontrar en el fútbol
de hoy, en el de las sociedades anónimas y las bolsas de valores, en el de las
estrellas y los sueldos millonarios.
Al tiempo que los rojos avanzaban en play offs dejando atrás
a la U y a Colo Colo, se acrecentó en el medio futbolístico la idea de que José
Luis Sierra podía ir a la banca de alguno de los llamados equipos “grandes” del
balompié nacional. En los últimos días, horas antes de la final y después de
ella, todos los rumores se centraban en la U. Por más desmentidos del propio
Sierra en relación con ofertas, reuniones y otros supuestos indicios de su
llegada a los “chunchos”, los diarios y las radios no dejaron de hacer noticia
con su posible partida. Incluso luego de que el martes el gerente hispano, Johnny
Ashwell confirmara la renovación con Sierra hasta 2014, se seguía hablando de
una posible cita con el directorio de Azul Azul, la que nunca ocurrió.
Hoy, finalmente, habló el propio Sierra para cerrar el caso.
Y dijo lo que era obvio: que se queda en Unión.
Seguramente (como ya se puede leer en internet) para muchos
medios que piensan en el rating y en las masas, el titular de la noticia es que
el “Coto” ha agradecido a quienes pensaron en él como posible técnico para Colo
Colo, la U o la UC. Sin embargo, en el balance rojo, lo que debe importar más
que cualquier cosa es que José Luis Sierra ha dicho que tiene “un compromiso”
con Unión Española, que siente que “estamos cerca de conseguir algo importante”
y quiere “luchar por eso” y que, aunque reconoce que no va a estar para siempre
en Santa Laura, se queda porque entiende que su club, el de toda la vida, el de
sus amores y dolores, lo “necesita”.
Si por estos días alguien insinuó que, de ser campeón la
Unión Española, el “Coto” merecía una estatua en su honor en Santa Laura,
déjeme decirle que, incluso sin la copa en las vitrinas hispanas, Sierra bien
vale ese reconocimiento de los hinchas y mucho más.